Correr no es un castigo
Esta frase me mata: “hoy comí mucho, mañana correré más tiempo”. ¿Lo han escuchado? O peor ¿lo han dicho y aplicado? Yo sí.
Cuando yo tenía 13 años, me dio por comer más de la cuenta. De ser una niña con apariencia delgada pasé a ser una adolescente un poco más rellenita. Recuerdo a mi madre decirme que no quería que engordara, había tenido que abandonar la gimnasia olímpica por no tener la edad para practicarla por lo que en mi casa me mandaron a correr, a veces hacía ejercicio en mi cuarto y otros días, el sentimiento de culpa era tal que terminando de comer me ponían a caminar 20 minutos o a pararme derechita en la pared durante 10 minutos para “meter la panza”. Cosas raras, sin sentido que en esa época se propagaban sin ton ni son y que al menos mi madre se las creía.
Cuando yo empecé a correr, a los 15-16 años, lo hice por obligación. Con el tiempo y más rápido de lo que creí, yo sí me enamoré y descubrí que correr era mi momento para escapar y tratar de solucionar mis problemas existenciales propios de la edad. Recuerdo ser fan de Milla Jovovich y Juliette Lewis y me inspiraban las editoriales de moda que hacían Christy Turlington, Linda Evangelista y Claudia Schiffer, además me hice adicta a las portadas de Sports Illustrated. Yo quería ser como ellas (mis amigas también) y empecé a torturarme con dietas y a correr como loca para tratar de parecerme un poco.
Hasta que un día me fui al DF y ahí entrené en serio con un coach que me hizo ver que correr no era para “no estar rellenita”, sino que a través de correr podía dar lo mejor de mi, tener metas, cumplirlas y superarlas. Y ahí comenzó mi segunda etapa como corredora.
Dejé de preocuparme por la apariencia de mi cuerpo y me enfoqué en disfrutar del sudor, el cansancio y las endorfinas que me daba correr. Mis entrenamientos se volvieron el momento más relajante de mi día, eran dos horas de trabajo intenso a diario que se tradujeron en un gran rendimiento físico que me hacía muy feliz. Mi cuerpo no solo se veía más musculoso sino que también mejoraba mis marcas, competía y además, me sentía más fuerte que nunca y empezó una sana competencia con mis rivales en tiempos de carrera. ¡Vaya lío!
A partir de entonces, mi percepción de mi misma cambió e inicié un terapia psicológica. Un día entré a trabajar a Televisa, una actriz “me descubrió” en un microbus, pero no, mi intención nunca fue quedarme para ser actriz como ella me sugería así que entré a trabajar a otra área de la empresa. Pero la vida me llevó a estar en las revistas y lo mejor, a dirigir a dos que se enfocaban en el deporte. Ahí empecé a ser consciente de la responsabilidad que tenía y fue así como opté por poner en portada a personas “reales” y más comunes, aunque también había espacio para los grandes atletas y modelos y artistas que nos constara que fueran deportistas. Pero al ser directora editorial, recuerdo que aún me perseguía el fantasma de estar lo suficientemente en forma y tener marcas de atleta elite para estar ahí, muchos querían ser mi entrenadores y hubo quien me dijo, “te ofrezco una liposucción porque tu eres una persona pública y necesitas verte perfecta”. Angélica, mi psicóloga, me ayudó a entender este tema y fue como dejé de preocuparme por contar calorías, récords personales y demás, para dedicarme a correr por pasión en la que considero mi tercera etapa como corredora. Hoy, mi vida ha cambiado, soy mamá y no quiero heredar esa presión social a mis hijas.
Cuando llegó el boom de la era digital, hice www.soycorredora.com y ahí me enfoqué en presentar las historias de corredoras reales sin importar la apariencia física ni los tiempos en las carreras y ¡ha sido muy gratificante!. Les confieso que soy seguidora de las estrellas #Fitspo del Instagram y me gusta ver sus fotos impecables, pero estar en los medios de comunicación me ha hecho más realista y ahora no me lo tomo tan en serio. Hay estudios recientes que demuestran que las redes sociales podrían causar comportamientos patológicos como depresión (en casos graves hasta suicidio) y trastornos alimenticios y de ejercicio físico tanto en hombres como mujeres provocados por estas tendencias. Un estudio de la Universidad de Missouri-Columbia afirma que una mujer que ve durante 3 minutos este tipo de imágenes es altamente probable que se sienta insatisfecha con su cuerpo.
Hace poco, una corredora vio una foto mía en redes sociales con un “evidente sobrepeso”. Yo estaba dando una conferencia y tenía 6 meses de embarazo pero ella no lo sabía. La foto no me favorecía nada, lo sé, pero esta chica “con todo respeto”, señaló mi apariencia y la poca credibilidad que le provocaba que yo no estuviera fit. No voy a negar que me molestó el comentario pero eso me recordó que a veces las mismas mujeres somos muy crueles entre nosotras. Si tan solo empezáramos a criticar menos y a reconocer el esfuerzo de las demás, las cosas cambiarían.
Pues bien, todo esto es para decirles que correr no es un castigo. En estos 23 años años como corredora, he aprendido que correr puede ser parte de una terapia pero no sustituye una terapia psicológica. La vida me enseñó a ser más realista con mi condición humana (nadie es perfecto aunque muchos sí lo crean). Nadie va a negar que la apariencia física es importante en una sociedad enfocada en la imagen, pero lo importante es cómo nos percibimos nosotras mismas. Tampoco está mal querer bajar los récords personales en las carreras, al contrario, es un aliciente muy útil para dar lo mejor de nosotras pero nunca debe convertirse en una tortura mental. Hoy corro por gusto, pasión y moderación porque lo quiero hacer toda la vida y estoy a favor del ejercicio y los hábitos saludables pero sin caer en la exageración. Hoy me puedo comer un postre sin sentir culpa y sin utilizar a correr como el vengador de mi pecado. Ya dejé la etapa de querer ser como alguien, ahora mi inspiración soy yo misma. Ya era hora de madurar.
Correr es un regalo de la vida, no una obligación.
Nos seguimos leyendo.