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Correr a ritmo más lento es el secreto para mejorar tu rendimiento

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Muchas corredoras creen que para mejorar es necesario correr más rápido siempre. Sin embargo, correr lento es una de las mejores estrategias para potenciar el rendimiento.

Investigaciones científicas, como la realizada por el Journal of Applied Physiology, han demostrado que entrenar a baja intensidad aumenta la eficiencia aeróbica, permitiendo que el cuerpo utilice la grasa como fuente de energía de manera más efectiva. Esto se traduce en mayor resistencia y rendimiento durante las carreras largas.

Un estudio en Sports Medicine también destaca que el entrenamiento a ritmos lentos mejora la adaptación muscular y reduce el riesgo de lesiones. Esto se debe a que correr lento ayuda al cuerpo a recuperarse, permitiendo que los músculos y tendones se fortalezcan gradualmente sin el estrés de la alta intensidad. Esto es crucial para mantener una práctica constante y evitar lesiones por sobreentrenamiento.

Beneficios de correr lento

  1. Mejora la resistencia eeróbica: Correr a un ritmo moderado permite que tu cuerpo se adapte a mantener el esfuerzo durante más tiempo, lo que mejora la resistencia en carreras largas.
  2. Desarrollo de capacidad cardiovascular: Entrenar a ritmos más lentos fortalece el corazón y mejora la capacidad de bombeo sanguíneo, haciéndote más eficiente.
  3. Mejora la quema de grasa: Al correr lento, el cuerpo utiliza la grasa como fuente principal de energía, ayudándote a mantener tu energía por más tiempo.

Tips para implementar correr lento en tu entrenamiento:

  1. Escucha a tu cuerpo: Correr lento significa que debes ser capaz de mantener una conversación sin quedarte sin aliento.
  2. Alterna ritmos: Combina entrenamientos lentos con sesiones más rápidas para potenciar tu capacidad aeróbica y anaeróbica.
  3. Usa un monitor de frecuencia cardíaca: Mantén tu ritmo cardíaco en la zona de baja intensidad, generalmente entre el 60-70% de tu capacidad máxima.
  4. Enfócate en la técnica: Al correr lento, aprovecha para trabajar en tu postura, pisada y respiración.

Un ejemplo de entrenamiento a paso lento es realizar un trote de 6-8 km a un ritmo en el que puedas mantener una conversación sin esfuerzo. Este tipo de entrenamiento debería estar en un 60% de tu frecuencia cardíaca máxima. Puedes realizarlo 1-2 veces por semana para mejorar tu resistencia y eficiencia aeróbica. Asegúrate de enfocarte en tu técnica y mantener un ritmo cómodo para que tu cuerpo se adapte al esfuerzo sin sobrecargarse.

Recuerda que correr lento no es sinónimo de debilidad, es un aliado para ser más fuerte y consistente. Prueba incorporar este tipo de entrenamiento en tu rutina y verás cómo tu cuerpo se adapta y mejora, permitiéndote alcanzar tu máximo potencial en carreras de mayor intensidad.

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